La leche es uno de los alimentos más básicos que hay. Ella y sus derivados (yogur, queso, nata...) están muy presentes en nuestra dieta, sin embargo hay personas a las que no les sienta nada bien su consumo. ¿Por qué? A continuación la respuesta
En la leche se encuentra presente la lactosa, un azúcar cuyo nombre debería sonaros. Sin embargo, su estructura química no es tan famosa, por lo que aquí os pongo una imagen.
Como podeis ver, la lactosa está formada por dos moléculas, la glucosa y la galactosa. La glucosa es el azúcar del que se alimentan todas nuestras células, y está presente (de una manera o de otra) en todo lo que comemos. Es imprescindible para que nuestro cuerpo pueda obtener energía.
Sin embargo, para que la glucosa pueda ser utilizada, ha de estar libre. En la lactosa esto no es así, ya que la glucosa se encuentra unida a la galactosa. En este punto es donde interviene el enzima lactasa, una proteína cuya función consiste en romper el enlace entre estas dos moléculas para que ambas puedan ser utilizadas por el organismo.
Así, las personas que padecen la intolerancia a la lactasa, no poseen esta proteína (ya que el gen responsable de su síntesis se encuentra alterado), por lo que no se genera ninguna cantidad de lactasa. Como resultado, este azúcar no puede ser utilizado y provoca daños para el propio organismo, similares a los que sufren las personas celíacas cuando ingieren gluten.
Por suerte, la industria farmacéutica ha estado trabajando en ello, y los resultados han sido unas pastillas que hacen el trabajo que debería hacer la lactasa, de modo que las personas que carecen de ella pueden consumir lácteos sin ningún problema.
Si me he enterado yo, y lo he hecho, es que está muy bien explicado. Te aseguro que me estoy aficionando a este blog...
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